Pero por fuera, calma. En tus acciones, tus palabras, incluso en tus propios pensamientos. Es como si intentases superponer pensamientos tranquilos sobre los rebeldes, los que acompañan a la ola, los que agitan tu cabeza.
Los que te hacen llorar si estás solo. Los que te hacen recordar cosas que no quieres.
¿Es posible que ocultemos recuerdos sin darnos cuenta? ¿Que los coloquemos tan altos que a pesar de los tsunamis que vengan, nada nos haga evocarlos, o no queramos evocarlos? ¿Es nuestro subconsciente tan inteligente para quitar recuerdos que no somos capaces de afrontar, hasta que sea el momento?
¿Alguna vez es el momento?
De verdad, ¿hay pensamientos a los que somos capaces de hacerles frente, por mucho daño, o angustia, o agobio, o tristeza nos evoquen? ¿O solo la ola nos acaba alcanzando?
Sinceramente, creo que todos somos nuestro propio tsunami. Quizá si la ola nos alcanza, tenemos que ser valientes, y afrontar el pensamiento, en vez de solo intentar volver a colocarlo más alto, fingiendo que desaparecerá.
Quizá, si has conseguido mantener ese pensamiento oculto tanto tiempo, y vuelve a surgir, es porque no puedes seguir avanzando si no lo abres, lo miras, lo lloras, y lo resuelves.