viernes, 6 de marzo de 2015

Hoy es uno de esos días que me gustaría no estar viviendo. Últimamente, tengo esa sensación constantemente. Simplemente no quiero vivirlos, y me gustaría borrarlos de mi mente.
Me estoy decepcionando tanto a mí misma. Tantísimo.
Me gustaría disculparme, con todos. Conmigo misma. Por cometer tantos errores, por tener el carácter que tengo, por ser tan egoísta tantas veces. Por todo el dolor que estoy causando. Por todo el dolor que he causado. Me gustaría pedir perdón a tanta gente a lo largo de mi vida.
Pero últimamente, me gustaría disculparme conmigo misma. Por todo. Por ser la decepción que nunca quise.
Cualquiera estaría contento imagino, por lo de hoy. No es tan malo al fin y al cabo. Pero para mí, ese trozo de papel con mi nombre y esos ocho números, lo son todo. Dicen que no hay que darle importancia a eso, pero para mi, lo son todo. Todo lo que me queda. Mi excusa. Mi cualidad. Mi forma de sentirme bien. Y ya no tengo ni eso.
Y me duele. Me duele tanto que nadie se hace una idea. El cúmulo de cosas se hace mayor y mayor cada vez. Y me estoy cansando de respirar, y encontrar un nudo en mi garganta al hacerlo. He perdido mi salvavidas. Lo que me equilibraba, lo único a lo que me aferraba. Y cuanto más lo pienso, más lo veo todo negro. Oscuro, muy oscuro. Porque lo estoy perdiendo todo. Porque conforme avanza el tiempo, voy perdiendo más cosas. Hasta que no tenga nada. Y lo veo venir. E intento hablar de ello como solía hacerlo antes, con ilusión, con felicidad. Porque antes, esa idea me hacía feliz. Pero ya no tengo claro que haya algo que consiga darme la ansiada felicidad.
Tengo tanto miedo. De todo. De la vida. Me asusta tanto la vida que preferiría poder apartarla aunque fuera un momento. Necesito tomar aire. Necesito apartar la ansiedad. Me siento encerrada en un ataúd, bajo tierra, con todo a oscuras, sola, y con los ojos abiertos. Y estoy ahí, escuchando a la gente que pasa y viene a verme. Escucho sus ilusiones, sus vidas, y quiero vivir la mía. Y quiero soñar, y quiero hacer lo mismo que ellos. Pero sigo ahí, con la tapa cerrada, sin luz, sin aire, ahogándome, gritando sin ser escuchada. Siento como si las paredes me fueran presionando hasta que ya no siento nada más que la madera contra cada centímetro de mi cuerpo.
Solo siento presión, cada vez más fuerte, cada vez más insoportable. Y me ahoga. Quiero empezar a correr y no parar, quiero pegar a alguien y no detenerme hasta que no lo saque todo fuera, hasta que no me sangren los nudillos y no pueda levantar el brazo. Quiero empezar a gritar, quiero dejar de detener el llanto y llorar durante horas y horas, sin parar. Y dejarlo todo atrás. Y fingir que después de todo, estará todo arreglado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario