martes, 20 de febrero de 2018

Me sorprende haber tardado tanto en escribir. Pero esta sensación, es indiscriptible.
Un sueño cumplido. La mayor esperanza de tu vida, cumplida.

No quiero decirlo muy alto, no quiero pensarlo mucho; como si me lo fueran a quitar. Estoy tocando el hilo de mis sueños con la mano, y quiero agarrarlo, antes de que alguien me diga que sigo soñando.

Pero no.
No estoy soñando.

Me voy. Y saber eso hace que todo lo demás parezca tan maravilloso. La cafetería de al lado de mi casa. Las tardes en el sofá. Las salidas con amigos, con la familia. El bar que tanto te gusta. La avenida que has andado cada día de tu vida.
Porque de pronto todo parece demasiado volátil para no apreciarlo. Porque de pronto, diez mil kilómetros sí que parece mucho. Mucho, muy lejos, de esta vida. Así que por qué no disfrutarla. Por qué no apreciar ahora todo lo increíble que tengo, para recordarlo cuando no pueda tenerlo tan cerca.
Por qué no grabarla en mi memoria, para que la despedida no sea tan brusca; para que cada pedacito de vida que tengo aquí, pueda quedarse en mi mente allí. Casi como si estuviera en esa mesa, con ese café, con esos amigos. Casi como si sintiera la misma fuerza del sol, o el brillo tan especial del cielo que solo tiene aquí.
Recordarlo todo.
Para poder tener una parte de todos ellos, todos los que quiero, allí. Una parte que me permita no olvidar de donde vengo, pero que me permita comenzar una página en blanco allá a donde voy.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Miedo. Miedo a la confusión. Miedo a equivocarte. A escoger la opción que quieres, o no. Miedo a fallar. Miedo a hacerlo bien.

Miedo a llevar razón.
Miedo a escuchar esa voz. Miedo, a que sea verdad.
Miedo a esas palabras dichas deprisa, sin tapujos ni restricciones. Miedo a que tuvieran más verdad en ellas de lo que ambos queremos admitir.
Miedo a sentirme ahogada. A fallarme. A fallarte.

Miedo de nosotros. De lo que somos. De lo que podemos dejar de ser.

Por qué no lo dejamos. Lo dice Risto Mejide. Nosotros, que tan bien encajamos.
Por qué no lo dejamos. Si si lo hacemos solo vamos a querer volver. Si si lo decimos, solo va a haber vacío. Si la duda me genera angustia.

Por qué no lo dejamos. Si en el silencio entre beso y beso todo lo que va mal grita. Nosotros, que tanto nos esforzamos en que vaya bien. Yo, que te lo di todo para siempre. Tú, tan ingenuo como yo, que creíste que realmente existen los buenos finales. Porque los felices, esos no. Pero este, al menos, parecía bueno.

Bueno como para arriesgarse. Bueno como para pasar tiempo. Bueno como para aprenderme los sonidos de tus risas. Y memorizar tus lunares. Y creer que tu abrazo me podría aislar de todo.

Incluso de mí. Incluso de nosotros. Incluso de lo que no quiero admitir.

Miedo, a que solo sea una obsesión. Miedo a ese, por qué no lo dejamos.

Porque no. Simplemente no. Porque no me he ido, y ya te echo de menos. Porque no los he dejado, y ya ansío estar entre tus brazos. Y que me beses. Y que me quieras. De la forma en que solo nosotros hemos sabido dárnoslo todo.

Miedo, porque sé que es un error, y aún no ha sucedido. Miedo, porque estamos tan enamorados. Porque mi vida gira tan entorno a la tuya. Miedo.
Terror.
Terror a ese tomémonos un tiempo que resuena en mi cabeza cuando intento callarlo todo.

Porque a ver si ese es el problema. Que aquí estamos. Callándolo todo, menos el miedo.

sábado, 25 de febrero de 2017

Recuerdos

Hoy he oído nuestra canción. Esa que escuché en bucle durante los nueve meses que estuvimos juntos, y que de pronto dejé de escuchar cuando cada uno se fue por su lado. 

Pero al oírla, he recordado todo. He recordado esa sensación, esa forma de acelerar mi corazón, de sentir que estaba viva. He recordado lo mucho que deseaba veros constantemente, lo mucho que me reía, lo perfecto y completo que se sentía todo. 

Nunca creí que encontraría un grupo así, pero lo hice. Me hicisteis enamorarme de la vida. He leído la entrada que os escribí, ''Gracias''. Y la sensación que me inunda con cada palabra, es abrumadora. Volver a recordar todo, lo feliz que fui, me hace solo querer volver atrás.
 
Ojalá poder tener cosas que tengo ahora con las que tuve con vosotros. Sé que no es posible. Sé que no se puede tener todo. Sé que no se puede estar en el instituto eternamente, ni mantener los grupos eternamente. Pero si solo alguien entendiese lo importantes que fuisteis para mí.
El sentir, que podía hacer lo que quisiera. El sentir que yo, era yo, y estar orgulloso de ello. Nunca me he sentido tan a gusto en mi piel. Tan segura. Como si pudiera conseguir el mundo si me lo propusiera. Me sentí joven, viva, infinita. Sin inseguridades, sin miedos. Dispuesta a luchar por todo, en vez de rendirme y llorar. Esa es la yo que amo. La que quiero ser. 

Y desde ese año, solo he intentado encontrar otro grupo que consiga hacerme sentir así. Que me haga querer vivir tantísimo. Pero nada está a la altura. Todo fue perfecto. No solo vosotros, sino aquella clase. El sentir que la gente valoraba lo que hacía. Que por una vez, no era la empollona, era la lista, la que valía, la que sabía resolverte un problema. Era amiga de todos, sin fingir, solo siendo yo. Y me querían.

Y lo único que he hecho desde entonces, es intentar volver a sentirme querida. Intentar volver a sentir que estoy enamorada de la vida que tengo. Y es duro darte cuenta que no es así. 
Os echo de menos. Cada día. A cada minuto. Y si pudiera volver a sentir eso, aunque solo fuera un minuto más, lo haría.

martes, 31 de enero de 2017

No conocerse a uno mismo es la peor sensación que puedes tener. No saber qué quieres, ni cuando lo quieres. No saber si el siguiente paso que vas a dar es el correcto, si te hará feliz.

No saber qué te hará sentirte bien contigo misma.

Sé que no quiero estar aquí.

Sé que no quiero perder dos años, ni uno. Y no es exigencia, no es capricho, no es inconformismo. Es un fallo. Un fallo demasiado grande que no me perdonaría. Conocí alguien que lo hizo, un alumno tan perdido como yo, tan exigente como yo. Y dijo que no se perdonó haber dejado su carrera hasta seis años después. Es decir, hasta hoy. Porque ha triunfado, y lo ha hecho en lo que quería. Encontró su camino después de haber abandonado el que llevaba. Pero nada me garantiza que a mi me pase lo mismo.

No me veo capaz de seguir estando aquí, haciendo lo que hago.
No me veo capaz de volver allí, sin saber que hacer. Habiendo fracasado.
No me veo capaz de irme a otro lado, abandonando todo otra vez.

Alguien me ha dicho si merecía la pena. Si de verdad era la carrera lo que fallaba, o si era el estar aquí. Y no sé que responder. Vine aquí para encontrar mi sitio, para alejarme de allí y conseguir independencia y ser quien soy. Para encontrar la amistad, el amor y la aventura. Y todo lo he encontrado, pero no desde aquí. Y ahora me tira todo tanto.
Es como tener una cuerda tirando del corazón, y estar alejándome de él.

Me da miedo admitir que me equivoqué. Me da miedo admitir, que me estoy equivocando. Y sobre todo, por encima de cualquier cosa, me da miedo volver a equivocarme.

Me da miedo admitir que he encontrado la felicidad con él y me estoy volviendo incapaz de encontrarla en cualquier otro lugar. Soy incapaz de disfrutar lo que tengo a mi alrededor, porque solo quiero estar en un lugar, con él. Y me odio por haber generado esta dependencia tan grande, dejando de lado todo lo que me ha importado hasta ahora. Amo cada cosa que hacemos, y a él. Pero no saber si estoy dispuesta a dejar mi carrera por él. No saber si me planteo volver, por él, por ellos dos. Me duele. Me duele porque yo nunca he querido ser así. Quiero depender, quiero seguir queriendo como lo hago. Pero quiero poder estar feliz si no estoy cerca, o si hago algo para mí. Supongo que esto es el precio que tengo que ''pagar'' por querer de esta forma. Lo que más feliz te hace, lo que más daño te hace si no está.

Quiero escoger, por mí. Para mí. Y no puedo. No soy capaz de desligarme, y tampoco sé si quiero. Ni de él, ni de mi casa, ni de nada que me haga sentir el hogar.
Me has preguntado, si compensaba. Pensaba que después de decirte esto me dirías que necesito depender menos. O que viva un poco más mi vida. Pero me has dicho que si me compensaba dejarlo todo por él. Por mi casa. Por sentirme segura y tranquila y en mi casa. Por mi familia.
''Si compensa, entonces no te vas a arrepentir''.
Y sí, me compensa. Me compensa irme ya si significa que voy a poder sentarme en mi sofá, y voy a poderles ver más de tres días, y voy a poder abrazar a alguien más a parte de mi misma.
Pero no saber si alguna vez me perdonaré el haberme fallado de esta forma. No saber si acertaré en la carrera, si encontraré el trabajo que quiero, si me daré cuenta de que en realidad si estudio lo que quiero y no me había dado cuenta.
No saber nada de esto, me hace tener demasiado miedo.
Ojalá alguien me dijese, solo por una vez, haz esto. Serás feliz. Ojalá alguien me indicase algo. No todo el camino, solo una señal.
Una señal de que todo irá bien, pase lo que pase. Haga lo que haga. Esté donde esté.



martes, 13 de diciembre de 2016

Lucha. Lucha. Grita todo lo que ves. Denuncia. Debate. Lucha por los que no pueden, por los que no saben, por los que no tienen ni voz ni voto.
Pero yo me siento igual. Sin voz, sin voto. Como si mis ganas de luchar solo estuvieran bajo mi piel, pero no quisieran salir a la superficie. Quiero hacer algo, pero no sé cómo. No sé por donde empezar. Hay tantos campos abiertos, tantos frentes a los que enfrentarse. Política, hambre, desigualdad. Y quiero abarcarlos todos pero no lucho por ninguno.
Solo me quedo aquí, leyendo las noticias, llorando por ellos, escuchando charlas, viendo las desgracias que sufren y queriendo darles voz. Pero me callo. 
Me mentalizo con que debo luchar, pero luego lo olvido. Quedo enterrada por montones de papeles y libros a los que les doy más importancia. Como si ellos nos fueran a salvar cuando ya no haya vuelta atrás del mundo que estamos creando. De este monstruo en el que se convierte la humanidad.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Memories

Falsa calma. Lo contemplas todo desde ahí, impasible, como si no hubiese un tsunami destrozando tu cabeza. Poniendo a salvo pensamientos en lo alto, pero sabiendo que la ola los alcanzará a todos ellos. 
Pero por fuera, calma. En tus acciones, tus palabras, incluso en tus propios pensamientos. Es como si intentases superponer pensamientos tranquilos sobre los rebeldes, los que acompañan a la ola, los que agitan tu cabeza. 
Los que te hacen llorar si estás solo. Los que te hacen recordar cosas que no quieres.
¿Es posible que ocultemos recuerdos sin darnos cuenta? ¿Que los coloquemos tan altos que a pesar de los tsunamis que vengan, nada nos haga evocarlos, o no queramos evocarlos? ¿Es nuestro subconsciente tan inteligente para quitar recuerdos que no somos capaces de afrontar, hasta que sea el momento?
¿Alguna vez es el momento?

De verdad, ¿hay pensamientos a los que somos capaces de hacerles frente, por mucho daño, o angustia, o agobio, o tristeza nos evoquen? ¿O solo la ola nos acaba alcanzando?

Sinceramente, creo que todos somos nuestro propio tsunami. Quizá si la ola nos alcanza, tenemos que ser valientes, y afrontar el pensamiento, en vez de solo intentar volver a colocarlo más alto, fingiendo que desaparecerá.
Quizá, si has conseguido mantener ese pensamiento oculto tanto tiempo, y vuelve a surgir, es porque no puedes seguir avanzando si no lo abres, lo miras, lo lloras, y lo resuelves. 

jueves, 23 de junio de 2016

Sweet love

Quién me iba a decir a mí, que tres años después, podría volver allí. Por voluntad propia. 
Hace cuatro meses, no habría dudado en negarme a volver a atravesar esa verja. 
Pero hace cuatro meses, yo no era yo. 
Miro el cielo, y pienso en él. Leo una historia, y pienso en él. Y pienso, cuándo me llegará otro mensaje suyo, cuando lo volveré a ver. Y pienso, como es posible que solo una persona te cambié así. 
Pienso, cómo es posible que hace cuatro meses, todo me diese miedo. Reírme demasiado fuerte, mostrarme como soy, ser débil, hablar. Quitarme ropa, o dejarla puesta. Acariciar, o que me acaricien. Y besar como si no fuese a volver a dar un beso nunca, y no avergonzarme de ello. 
Pienso, en cómo alguien sin saberlo, solo con palabras y gestos, ha ido borrando toda la historia que yo me he dedicado a escribir aquí todos estos años. 
Cómo cada beso suyo, cada caricia, y cada te quiero, me ha quitado cada cicatriz como si nunca hubiese estado. 
Cómo una sola persona, me ha hecho fuerte. Me ha hecho creer en mí, en lo que soy, en no avergonzarme de ello. Hasta el punto de poder volver allí, sin pensar en lo mal que me irá. Porque oigo su voz en mi cabeza, diciendo que todo va a ir bien. Y así es desde que él está aquí. Todo va bien. Todo se siente bien. 
Así que ya no es solo amor lo que siento. Ya no es solo que me quite el aliento, ni que no pueda dejar de pensar, hablar, o escribir sobre él. Es agradecimiento. Por salvarme de la forma en que lo ha hecho sin saberlo. Por quererme de la forma en que lo hace. 
Por hacerme ver, que estaba equivocada sobre la vida y el amor. Que se puede ser feliz, y se puede amar sin condición.