lunes, 25 de abril de 2016

27

Llevo dos horas sentada frente al ordenador, preguntándome sobre qué escribiros esta vez. Soy penosa escribiendo acerca de cosas felices, pero eso es todo lo que me rodea ahora: felicidad.
He pensado no escribir entonces. ¿Qué sentido tiene, si solo escribo para desahogarme? Pero luego, me he dado cuenta de que todo lo que me ha ido importando a lo largo de los años, ha quedado encerrado aquí en forma de palabras. Todo lo que me ha quitado el sueño, lo que me ha hecho suspirar, pensar en ello una y otra vez, está aquí.

Así que, él se merece estar aquí,  porque no me quita el sueño, pero aparece en ellos. Porque no me hace suspirar, me hace enloquecer. Porque si pensar en él fuese lo único que me hace, todo sería más sencillo.
Quiero intentar describir lo que siento, pero no puedo. No encuentro palabras. Solo la imagen de una supernova. Porque así me siento desde el primer momento. Como si su risa fuese el aire que mueve mi universo, como si con un beso, una caricia, o una mirada, hiciese explosionar dentro de mí algo equivalente a los miles de colores que rodean a la estrella.
Nunca pensé que podías enamorarte de cosas tan pequeñas como la curva de su sonrisa, o el brillo de sus ojos, o la forma en que inclina la cabeza atrás cuando algo le da vergüenza. Nunca pensé que podías descubrir, que tiene varios tipos de risa, y que por más que las oyes no sabes cuál te hace más feliz oír. Si la que te suele dedicar a ti, o la que suelta cuando ve o lee algo gracioso. O la que hace cuando bromea. Porque adoras todas y cada una de esas risas, y escoger una, sería como intentar describir el inmenso sentimiento que te hace sentir. Imposible.

Siempre he pensado que hay algo que te hace enamorarte de alguien. Que cuando te preguntan ¿por qué te gusta? Tú sabes que responder. Pero yo no lo sé. Nunca lo he sabido. Nunca he sabido por qué te hablé, ni por qué tenía tantas ganas de conocerte, ni por qué tu voz era como música para mí, ni por qué tus despedidas me hacían sentir una corriente interior. No lo sé. Y creo que eso es lo mejor de esto. Que lo nuestro no fue algo que pensé, sino algo que sentí desde el primer día, desde el primer momento en que hablé contigo, y quise que estuvieses en mi vida cada día.