martes, 13 de diciembre de 2016

Lucha. Lucha. Grita todo lo que ves. Denuncia. Debate. Lucha por los que no pueden, por los que no saben, por los que no tienen ni voz ni voto.
Pero yo me siento igual. Sin voz, sin voto. Como si mis ganas de luchar solo estuvieran bajo mi piel, pero no quisieran salir a la superficie. Quiero hacer algo, pero no sé cómo. No sé por donde empezar. Hay tantos campos abiertos, tantos frentes a los que enfrentarse. Política, hambre, desigualdad. Y quiero abarcarlos todos pero no lucho por ninguno.
Solo me quedo aquí, leyendo las noticias, llorando por ellos, escuchando charlas, viendo las desgracias que sufren y queriendo darles voz. Pero me callo. 
Me mentalizo con que debo luchar, pero luego lo olvido. Quedo enterrada por montones de papeles y libros a los que les doy más importancia. Como si ellos nos fueran a salvar cuando ya no haya vuelta atrás del mundo que estamos creando. De este monstruo en el que se convierte la humanidad.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Memories

Falsa calma. Lo contemplas todo desde ahí, impasible, como si no hubiese un tsunami destrozando tu cabeza. Poniendo a salvo pensamientos en lo alto, pero sabiendo que la ola los alcanzará a todos ellos. 
Pero por fuera, calma. En tus acciones, tus palabras, incluso en tus propios pensamientos. Es como si intentases superponer pensamientos tranquilos sobre los rebeldes, los que acompañan a la ola, los que agitan tu cabeza. 
Los que te hacen llorar si estás solo. Los que te hacen recordar cosas que no quieres.
¿Es posible que ocultemos recuerdos sin darnos cuenta? ¿Que los coloquemos tan altos que a pesar de los tsunamis que vengan, nada nos haga evocarlos, o no queramos evocarlos? ¿Es nuestro subconsciente tan inteligente para quitar recuerdos que no somos capaces de afrontar, hasta que sea el momento?
¿Alguna vez es el momento?

De verdad, ¿hay pensamientos a los que somos capaces de hacerles frente, por mucho daño, o angustia, o agobio, o tristeza nos evoquen? ¿O solo la ola nos acaba alcanzando?

Sinceramente, creo que todos somos nuestro propio tsunami. Quizá si la ola nos alcanza, tenemos que ser valientes, y afrontar el pensamiento, en vez de solo intentar volver a colocarlo más alto, fingiendo que desaparecerá.
Quizá, si has conseguido mantener ese pensamiento oculto tanto tiempo, y vuelve a surgir, es porque no puedes seguir avanzando si no lo abres, lo miras, lo lloras, y lo resuelves. 

jueves, 23 de junio de 2016

Sweet love

Quién me iba a decir a mí, que tres años después, podría volver allí. Por voluntad propia. 
Hace cuatro meses, no habría dudado en negarme a volver a atravesar esa verja. 
Pero hace cuatro meses, yo no era yo. 
Miro el cielo, y pienso en él. Leo una historia, y pienso en él. Y pienso, cuándo me llegará otro mensaje suyo, cuando lo volveré a ver. Y pienso, como es posible que solo una persona te cambié así. 
Pienso, cómo es posible que hace cuatro meses, todo me diese miedo. Reírme demasiado fuerte, mostrarme como soy, ser débil, hablar. Quitarme ropa, o dejarla puesta. Acariciar, o que me acaricien. Y besar como si no fuese a volver a dar un beso nunca, y no avergonzarme de ello. 
Pienso, en cómo alguien sin saberlo, solo con palabras y gestos, ha ido borrando toda la historia que yo me he dedicado a escribir aquí todos estos años. 
Cómo cada beso suyo, cada caricia, y cada te quiero, me ha quitado cada cicatriz como si nunca hubiese estado. 
Cómo una sola persona, me ha hecho fuerte. Me ha hecho creer en mí, en lo que soy, en no avergonzarme de ello. Hasta el punto de poder volver allí, sin pensar en lo mal que me irá. Porque oigo su voz en mi cabeza, diciendo que todo va a ir bien. Y así es desde que él está aquí. Todo va bien. Todo se siente bien. 
Así que ya no es solo amor lo que siento. Ya no es solo que me quite el aliento, ni que no pueda dejar de pensar, hablar, o escribir sobre él. Es agradecimiento. Por salvarme de la forma en que lo ha hecho sin saberlo. Por quererme de la forma en que lo hace. 
Por hacerme ver, que estaba equivocada sobre la vida y el amor. Que se puede ser feliz, y se puede amar sin condición. 

sábado, 11 de junio de 2016

Deseé no volver a abrir los ojos, durante cada día a lo largo de tres años. Deseé dejar de sentir, de sentirme. Dejar de hacer todo lo que me dolía. Desde respirar, hasta hablar, hasta mirarme al espejo. Deseé tener esta vida, y que no fuese yo quien estuviese en ella. Y odié cada segundo que pasaba aquí, cada segundo en el que yo seguía siendo yo y nada parecía hacerme cambiar.
He rechazado cada momento vivido desde antes de que ocurriese siquiera. He creído que la vida que tenía no merecía ser vivida por alguien como yo.

Puede parecer estúpido, pero el único consejo que sé dar, es el de tener esperanza. Muchas chicas me enviáis correos, porque os identificáis con mis entradas antiguas y tenéis problemas similares, y creéis que os puedo ayudar. Pero mi único consejo es el de tener esperanza.

Tened esperanza, por favor. Aunque cada día deseéis no vivir el siguiente. Aunque odiéis todo lo que sois. Aunque os agobie y os supere todo a vuestro alrededor.
Porque un día, todo el agobio, todo el odio, toda la tristeza, empezará a pesar menos. A lo mejor no es una sola persona la que te quita un poco de agobio. A lo mejor son varias. A lo mejor una te divierte, y otra consigue que sonrías, y otra te enseña a canalizar el odio, o a hacerlo desaparecer.

Y después de eso, todo va mejor. A lo mejor piensas que no mereces que nadie te quiera. Que eres lo peor que existe en este mundo. Pero a lo mejor, encuentras a alguien que hace que te mires al espejo dos veces, y no te sientas mal. A lo mejor encuentras a alguien que te hace sentir especial. Y una vez que te sientes especial, todo se va.

Tened esperanza. A lo mejor encuentras a alguien por el que merece la pena darle una oportunidad al mundo.
Y entonces, se la das.


domingo, 5 de junio de 2016

Intento inspirarme para escribir sobre ti, y no sé cómo hacerlo. Siento que podría escribir páginas y páginas enteras, y a la vez, que no sé qué palabra escoger la primera.
Porque cuando se trata de ti, siempre quiero decir tanto, y siempre consigo expresar tan poco.
Hace cuatro meses, hablé del amor. Del amor incondicional, profundo, y verdadero. Y dije que jamás podría llegar a sentir algo así.

Y veinte días después, te conocí. Te conocí realmente.
No sé si fue el karma, el destino, o la casualidad. No sé por qué de entre toda la gente, fue tu abrazo al despedirte el que me hizo mirarte dos veces. No sé por qué, escuché tu voz, y necesité volver a escucharla una y otra y otra vez más. No sé por qué, vi tu sonrisa, y decidí que esa era mi imagen favorita del mundo.

No sé por qué, dejé que entraras en mi vida, y arrasaras con todo como un tsunami. Y yo, que me había prometido no abrirme a nadie; que me había auto-convencido de estar sola, alejada de sentimientos que me pudiesen herir, te di una oportunidad. Te di una oportunidad desde el primer momento en el que realmente te vi. En el primer momento en que dirigí un solo pensamiento hacia ti, supe que ya estabas dentro de mi.

Y desde ese momento, solo quiero dártelo todo. Quiero darte cada beso, cada abrazo. Quiero darte cada primera vez, de todo, y que seas la primera y la última. Quiero darte mi vida entera, mi mundo, mi tiempo, todo. Quiero darte cada segundo, cada minuto, cada sonrisa y cada aliento, hasta el último.
Porque me has cambiado la vida. Me has hecho sentirme querida, deseada e importante. Me has hecho sentir que lo que tenemos es tan real que nada lo puede romper. Y yo no lo quiero romper.
Me has hecho decir que te amo, y se ha sentido tan bien. Porque nunca un sentimiento había estado tan bien como este. Y porque solo quiero seguir diciéndote eso cada día, para verte sonreír, para saber que tu sonrisa es por mi. Es lo único que necesito para ser feliz.
Quiero escribir, pero no sé sobre qué. Hacía mucho que no tenía esta necesidad. He releído entradas antiguas, para inspirarme, para encontrar algún parecido de lo que escribí con lo que siento. 
Pero nada de lo que hay aquí refleja este oleaje inmenso que se mueve dentro de mí. 

¿Puede tu vida dar un giro de 180 grados en apenas diez meses? ¿Y en apenas tres? 
Me parece increíble que ya haya terminado todo. Me parece increíble, el haberme despedido de mis amigos, hasta el siguiente curso. Porque ayer, no sabía el nombre de la calle de al lado, ni de la gente de las dos primeras filas. Y ahora, esas dos filas se han convertido en los asientos de todos mis amigos. De la gente que ha conseguido que diga que tengo una vida allí. Una vida increíble, feliz, e intensa, que me encanta tener.  Nunca pensé que conseguiría una amistad así, ni que podría sentir que otro sitio, alejado de mis amigos y familia, podía considerarse también mi hogar.

Jamás pensé que podría con la vida que tantos años pasé imaginando. Nunca pensé que realmente conseguiría irme de aquí, para vivir la vida que quería. Para ser la persona que quería ser sin ataduras. Pero lo he hecho. Y he descubierto, que mi vida es realmente mía. Que yo decido, yo me muevo, y yo actúo. Que por fin, puedo ser yo misma sin miedo a que alguien me rechace, sin importarme qué piensen. 
Me han aceptado con los brazos abiertos. Me han hecho creer que mi amistad, merece la pena. Que pasar tiempo conmigo, es para ellos una forma de disfrutar. Y lo agradezco tanto. Y les debo tanto.
Porque han convertido algo que me aterraba profundamente, han convertido la soledad que sentía allí, en algo cálido e inmenso. Y han hecho que un sitio del que no sabía el nombre hasta hace once meses, pase a ser mi segundo hogar.

lunes, 25 de abril de 2016

27

Llevo dos horas sentada frente al ordenador, preguntándome sobre qué escribiros esta vez. Soy penosa escribiendo acerca de cosas felices, pero eso es todo lo que me rodea ahora: felicidad.
He pensado no escribir entonces. ¿Qué sentido tiene, si solo escribo para desahogarme? Pero luego, me he dado cuenta de que todo lo que me ha ido importando a lo largo de los años, ha quedado encerrado aquí en forma de palabras. Todo lo que me ha quitado el sueño, lo que me ha hecho suspirar, pensar en ello una y otra vez, está aquí.

Así que, él se merece estar aquí,  porque no me quita el sueño, pero aparece en ellos. Porque no me hace suspirar, me hace enloquecer. Porque si pensar en él fuese lo único que me hace, todo sería más sencillo.
Quiero intentar describir lo que siento, pero no puedo. No encuentro palabras. Solo la imagen de una supernova. Porque así me siento desde el primer momento. Como si su risa fuese el aire que mueve mi universo, como si con un beso, una caricia, o una mirada, hiciese explosionar dentro de mí algo equivalente a los miles de colores que rodean a la estrella.
Nunca pensé que podías enamorarte de cosas tan pequeñas como la curva de su sonrisa, o el brillo de sus ojos, o la forma en que inclina la cabeza atrás cuando algo le da vergüenza. Nunca pensé que podías descubrir, que tiene varios tipos de risa, y que por más que las oyes no sabes cuál te hace más feliz oír. Si la que te suele dedicar a ti, o la que suelta cuando ve o lee algo gracioso. O la que hace cuando bromea. Porque adoras todas y cada una de esas risas, y escoger una, sería como intentar describir el inmenso sentimiento que te hace sentir. Imposible.

Siempre he pensado que hay algo que te hace enamorarte de alguien. Que cuando te preguntan ¿por qué te gusta? Tú sabes que responder. Pero yo no lo sé. Nunca lo he sabido. Nunca he sabido por qué te hablé, ni por qué tenía tantas ganas de conocerte, ni por qué tu voz era como música para mí, ni por qué tus despedidas me hacían sentir una corriente interior. No lo sé. Y creo que eso es lo mejor de esto. Que lo nuestro no fue algo que pensé, sino algo que sentí desde el primer día, desde el primer momento en que hablé contigo, y quise que estuvieses en mi vida cada día.

martes, 1 de marzo de 2016

No sé si escribir, está dejando de ser otra característica propia de mí. Ya no escribo aquí, ni en mi diario, ni por placer. Siempre he tenido esa necesidad de escribir, de desahogarme, porque la vida es mucho para mí. Demasiadas emociones, demasiados sentimientos, demasiadas vivencias.
Pero ahora, no sé que decir.

Es como si me hubiera quedado sin palabras. Sin las tristes, sobre todo. A veces pienso, en lo que fui, en lo que huí de esa persona. A veces, pienso en él. En lo que realmente pasó. En lo que yo quise hacer y en lo que no.
Pienso en lo que dijo, en cómo me hizo verme. En cómo él solo cambió el reflejo de mi espejo.

Hay tantas cosas que he olvidado. Como si todo aquello fuera una época borrosa, difusa, vivida por otra persona. No me acuerdo de apenas nada. Porque creo, que si me acordara, tres años después, sabría que lo que pasó con él, no fue un simple juego de niños. No fueron simples palabras, o simples gestos. Fue mucho más.

Creo, que no recuerdo, porque no quiero recordar. Porque si lo hago, sabré que este miedo que siento, este temor a la vida, al amor, a confiar, tiene unas razones tan consistentes, que me hundirían.
Me da miedo lo que puedo encontrar, si escarbo demasiado. Si recuerdo sus palabras, y las vuelvo a creer.

Dijo aquella frase, que me perseguirá de por vida, y todo lo que yo era, se fue con él.

martes, 12 de enero de 2016

¿Existe el amor?

Os lanzo una pregunta:

¿De verdad creéis que alguien os amará por el resto de vuestra vida? ¿O vosotros a él o a ella? ¿De verdad pensáis que no acabaréis aborreciendo aquello que al principio os parecía lo más tierno de esa persona? ¿No pensáis que con todas las personas que encierra el mundo, os estáis quedando solo con una de ellas?

¿De verdad creéis, que el amor incondicional, el estar enamorado de alguien profundamente, locamente, existe? ¿O solo lo creamos para no sentirnos solos?

Últimamente todo el mundo parece enamorado. Y si no lo están, están sufriendo porque lo han estado. Todo lo que oigo a mi alrededor, es amor. Amor hacia unos y otros, sueños con esas personas, vidas entrelazadas.
Quería compartir con vosotros mi opinión sobre el amor. No el amor de una amistad, o el de un padre o una madre. Quiero saber qué opináis del amor que hace a la gente escribir libros, poemas, películas. Ese que hace que se vuelvan locos.
Porque yo no creo en él.

Supongo que por razones de la vida, o por momentos que he vivido, he ido descubriendo que esa idea del amor incondicional, infinito, y loco, es una burda mentira. No nos enamoramos de la persona, nos enamoramos del sentimiento de amar. Nos enamoramos de la atención que nos prestan, nos enamoramos de la sensación de sentir, por un momento, que no estamos solos en este mundo.
Camino por la calle, y veo parejas que comienzan, que terminan, que siguen. El caso es que he ido recopilando historias de gente, y la mayoría de parejas que continúan juntas, no se quieren.

Entiendo que puedes querer a alguien al principio, pero desde luego, y podéis llamarme egoísta, nunca por encima de ti.

¿Cómo es posible querer a alguien toda una vida? ¿Cómo es posible estar enamorado toda una vida de la misma persona? Honestamente, no creo que ese tipo de amor exista. No creo que después de, un año, o dos, o tres a lo sumo, no mires a esa persona y te preguntes por qué sigues con ella. Porque si lo analizas, seguro que su risa ya no te parece tan bonita, ni sus ticks tan pasables, ni sus conversaciones tan interesantes. Pero nos obcecamos en pensar que tenemos que tener un amor para toda la vida. Creemos en cuentos de hadas que se extienden a lo largo de nuestra vida. Creemos que hay alguien ahí fuera, hecho con el mismo molde que nosotros.

No creo que yo tenga alguien así. No creo que llegue el día en que conozca a alguien con quien no me canse de estar. Alguien con el que me sienta segura de pasar todos los días de mi vida. Alguien con quien esté dispuesta a dar pasos. A casarme, a acostarme, a salir seriamente.

Simplemente, no me siento emocionalmente capaz de sentir un sentimiento tan grande como el que la gente suele describir. Y si lo siento, estoy segura de que será con fecha de caducidad. Nada es para siempre. Menos aún un sentimiento tan volátil como lo es el amor.

La gente es una romántica. Yo soy una romántica. Leo verdaderas pasteladas, veo verdaderos bodrios románticos que incluso me hacen llorar. Pero hace tiempo, que solo los veo como libros o películas, y no como un posible sentimiento real.