domingo, 27 de diciembre de 2015

In my veins

Alzo mi copa, y brindo. Brindo por este año tan increíble del que me despido. Brindo por los sueños, los amigos, las esperanzas, las risas, los recuerdos. Brindo por todas las experiencias y enseñanzas que he conseguido este año. Un año, digno de rememorar. Un año, que me da pena dejar atrás.

Alzo mi copa, y brindo. Y brindo por todos. Por los que estuvieron al inicio, y ya no están. Por los que se quedaron a mitad de camino entre mi olvido y mi memoria, entre mi amistad y mi desconocimiento.

Alzo mi copa, y sonrío. Porque cada año, pongo el punto de mira en ese nuevo año que comienza. En ese capítulo de mi vida que va a empezar, olvidando el que acabo de terminar. Pero hoy, hoy no es así.

Hoy abandono un capítulo, que me desgarra el alma. Abandono un capítulo que se ha convertido en el favorito de mi vida. En el capítulo que releería una y otra vez y jamás me cansaría.

Hace tiempo, si me hubiese ocurrido lo que en este gran año, hubiese llegado hasta este día con pena porque todo acabó. Pero ahora, esta nueva persona que soy yo, solo puede mantener una enorme sonrisa por todos ellos. Por toda esa gente que me devolvió la vida, por todos esos recuerdos, que se reproducen vivos en mi mente, por todos esos sueños que he perseguido, y he logrado.

Alzo mi copa, y lloro. Porque por momentos vividos así, puedo entender lo magnífica, intensa, y profunda, que puede llegar a ser la vida. Lloro, porque se han incrustado en mis venas personas que lo han significado todo, aunque la vida nos haya apartado. Lloro, porque es el primer año desde que nací, en el que dejo atrás un año sin una persona que me vio crecer.

Lloro, de felicidad. De agradecimiento, a quien sea. A quien sea que me ha dado la gran oportunidad de vivir. Y le agradezco, la oportunidad de despedir otro año más. Le agradezco, el estar aquí, viviendo, como se supone que tienes que vivir. Con una sonrisa en la cara, los pies en el suelo, y la cabeza en el aire. Le agradezco el haberme iluminado de la forma en que lo ha hecho. El haberme sacado de ese pozo en el que estaba, para terminar brillando de la forma en que lo hago.

Hoy, hace un año que alcé mi copa. Y no deseé que fuera mi mejor año. Simplemente, en ese momento, pensé dónde estaría hoy, Y nunca hubiese acertado. Jamás me hubiese imaginado la carrera, la ciudad, los amigos. Nada. No me hubiese imaginado nada de lo que ha ocurrido este año.

Solemos reservar ese momento con la copa alzada y los sueños girando, para imaginar todo lo que nos va a pasar en ese nuevo año. Un consejo, no lo hagáis. Simplemente, pensad: brindo por el nuevo año, por lo que sea que me va a deparar.
Porque creerme, la vida te puede deparar cosas, que tu no eres capaz de imaginar.

Así que este 31, alzaré mi copa, sonriendo, llorando, soñando, recordando. Y brindaré. Por la vida tan increíble que he logrado. Por el mejor año, sin duda. Por el peor año, de dolor.

Brindaré, por todos vosotros. Los que me llegasteis tan hondo, que estáis corriendo por mis venas.

jueves, 8 de octubre de 2015

Never give up

Sé lo que dicen por ahí. Trabaja, estudia, busca más trabajo, sigue estudiando. Todo para conseguir dinero. Aceptamos cualquier cosa, creyendo que solo por tener trabajo, sea cual sea, y conseguir dinero, nuestra vida será buena. 

Qué burda mentira. Hay pocas cosas que te hagan tan infeliz como lo hace estudiar algo que no disfrutas o trabajar en algo en lo que no te sientes realizado. No os conforméis. Nunca. Jamás aceptéis algo normal, haced de lo normal algo excelente y de lo excelente algo mejor. Haced algo en lo que os sintáis felices, a gusto, algo que no parezca estudio, si no solo aprendizaje de un hobby, y que no parezca un trabajo, solo algo que harías casi si estuvieseis en vuestro tiempo libre. 

No estoy diciendo con esto que dejéis de estudiar. ¿Quién no ha odiado las asignaturas de la ESO? ¿O bachiller? Estoy diciendo, que la gente que estudie bachillerato, lo haga para conseguir entrar en la carrera de sus sueños, no en la que le va a dar dinero. No estudiéis solo "por estudiar", porque es algo que marca la sociedad. No llegaréis lejos si hacéis eso. 

Os pondré mi ejemplo. Yo tampoco disfrutaba el instituto del todo. Había asignaturas que me gustaban, y otras que odiaba y quería dejar de estudiar en cualquier momento. Pero lo estudiaba porque quería llegar a mi carrera, y tenía que esforzarme para ello. En ningún momento estudiar fue el propósito de mis padres, o el de alguna otra persona. Y cuando llegó la hora de decidir, la carrera escogida fue la que yo deseé. 

Estoy cansada de escuchar a la gente decir que somos la generación perdida. No lo somos. Somos la que puede hacer que lo ganemos todo. Pero no si lo enfocamos mal. No podemos estudiar porque la sociedad lo mande. No podemos conformarnos con una carrera cualquiera solo para tener un trabajo. Os aseguro que si estudiáis la carrera que queréis, seréis mil veces más productivos, creativos y profesionales, de lo que lo seréis estudiando algo que no disfrutáis. 

Jamás creáis a aquellos que os digan que no podéis con algo. Que no podéis tener determinada carrera, determinado trabajo, o determinado sueño. El mundo ha evolucionado gracias a la gente que nunca se dio por vencida, a la que siguió soñando a pesar de todos los que le dijeron que no lo hiciese. El mundo es de los soñadores, porque son los sueños los que te impulsan a crear, a investigar una causa, a estudiar algo que te entusiasma, a dedicarte a cualquier cosa. Jamás dejéis vuestro sueño de hacer lo que queréis con vuestra vida, solo porque os digan que no lo lograréis. 

Cuando quieres algo, y te esfuerzas para lograrlo con toda tu alma, lo logras. El camino te lo labras tu mismo. Si trabajas y estudias y te dedicas a lo que amas, no tendrás mayor satisfacción que esa en la vida. Ni serás más feliz. Sé que es una época dura, sé que cuesta. Pero si eres el mejor en lo que haces, amas lo que haces, y te dedicas a ello, el futuro que sueñas estará en tu camino. Sin esfuerzo, nada se logra. Sin dejarse la piel, no eres el mejor. Así que esfuérzate. 

Demuéstrale al mundo de lo que eres capaz. Demuestra que no es una generación perdida, si no que lo vamos a ganar todo. 


martes, 29 de septiembre de 2015

Supongo que cuando me imaginaba esto, creía que la vida universitaria podría llenar el hueco que han dejado mis amigos, mis padres, mi ciudad. Pero no puede. Me doy cuenta ahora, que siempre creemos que podemos cubrir los huecos con otras personas, otros recuerdos o momentos. Y lo cierto, es que no es así. Tan solo llenamos otros espacios del corazón que siempre estuvieron vacíos, pero nunca llenamos los que fueron el espacio de alguien alguna vez. Y ese vacío que dejan cuando se van, siempre está.

No me malinterpretéis, si alguna vez tenéis la oportunidad de vivir fuera, solos, hacedlo. Pero he leído miles de libros americanos donde la chica se va a la universidad, y todo son fiestas, y estudios, y amigos. Y casi nunca te hablan de su pasado. No mencionan a los padres, o al vacío que se siente al no tenerlos contigo, o a los antiguos amigos, o incluso a su antigua habitación.

Hace unos días, mi compañera de piso me dijo: "qué asco es ser adulto", mientras no se aclaraba con la máquina de sacar dinero. Y ese simple comentario, me hizo pensar. Ya soy adulta.

Tengo 18 años, recién cumplidos, y soy adulta. Y no porque mi mayoría de edad lo diga, porque eso nunca es una ciencia, sino porque la vida, la vida que yo he escogido, me ha tornado en una. Se me acabó el dejar que mi madre me arrope, me cuide, me haga de comer. Se me acabó el contar con el apoyo de alguien mayor, porque ahora estoy aquí, sola, y si tengo un problema, tengo que resolverlo sola.
Es cierto que maduras. Mucho. Que empiezas a ver la vida de un modo distinto. Pero es un peso invisible, que se hace duro de llevar.

Me hizo pensar, que siempre puedes pasar de adolescente a niño, y nadie te dirá nada, porque son cosas propias de esa etapa. O de niño a adolescente, y será normal. Pero una vez que te conviertes en adulto, dejas por completo esas dos etapas atrás. Puedes ser un "niño de corazón" como se suele decir, pero no puedes ser un niño de comportamiento. 

Y ese momento, ese instante en el que te das cuenta de que has dejado de ser un niño, de que ya has entrado en otra etapa, aterra. A mí me aterra. Porque jamás imaginé que crecería. Jamás pensé que llegaría el día en el que dejaría de ir al colegio, o de jugar en mi casa, o de salir con mis amigos de siempre.  A veces, tenemos las rutinas tan asimiladas, que no nos damos cuenta de que incluso las rutinas, dejan de ser constantes en algún momento. 

Me siento tan cerrada respecto a todo. Como si por el hecho de haber cambiado ya no se me permitiera ser débil, porque ya estoy sola en esto, y si soy débil, solo estoy yo para levantarme. 

Hace tanto que no escribo aquí. Hace tanto que no escribo, nada. Como si mi mente estuviera demasiado ocupada para pensar. Solo actúo, y actúo. Ni siquiera, ante este golpe tan grande, como ha sido la muerte de alguien amado por mí, me he parado a pensar.

Y ahora, estoy aquí parada, y me pregunto qué demonios ocurre. Cómo puede ser que no llore por él, cómo puede ser que no tenga un nudo en el estómago, cómo puede ser que esté viviendo esta vida tan distinta a la mía, y ni siquiera me haya parado a observarla.

Supongo que no pienso, porque es un mecanismo de defensa. Porque si pienso, me daré cuenta de que él ya no está, y no va a volver a estar nunca. Me daré cuenta de todas las lágrimas que ha dejado detrás de mis ojos, pero que se han quedado como una cubierta oculta.

Supongo que no pienso, porque no sé sobre qué hacerlo. Podría pensar en mis amigos, y extrañarlos, y extrañar los momentos que ya no puedo tener con ellos. Pero fue mi elección alejarme así de ellos.
Podría pensar en que nadie me abraza ya. Ni me da un beso de buenas noches. Ni me da los buenos días. Pero también esa fue mi elección.


lunes, 27 de julio de 2015

Ser sincera conmigo misma es últimamente algo que intento evitar. Intento coger mi diario de papel, y escribir, dejándome llevar, pero al final no lo hago nunca. Así que he llegado a la conclusión de que quizá me lo debo. Debo ser capaz de escribir sinceramente lo que siento. Aunque sea una contradicción, aunque no tenga sentido.

Recuerdo tener once años, y pedir irme de aquí. Porque ahí fue donde empecé a tener conciencia del mundo. De la gente. Del dolor. Y no me gustó. He pasado años, soñando, fantaseando con otras vidas a través de mis libros. Me he enamorado más veces que nadie, de cada personaje, de cada historia, de cada mundo irreal. He sufrido, llorado, he deseado de una forma casi aterradora, ser ese personaje, con esa vida, con esos sueños. Porque mi sueño, siempre fue ser una historia. Un libro.

Y ahora, siento que soy un libro. Siento que soy ese capítulo en el que la protagonista cambia, en el que la historia pega un giro que te desconcierta y solo te hace querer pasar a la siguiente página. Cuando ocurre esto, a veces el libro se torna increíble, apasionante; pero también, a veces, cae en picado. La trama. El personaje. Nada termina de cuajar. Y me da miedo no ser capaz de cuajar.

Me da miedo olvidar los capítulos que ya he vivido. Me da miedo ser ese personaje que cambia del día a la mañana y que ves tan irreal porque no sigue una evolución continua. Me da miedo irme, me asusta millones. Porque lo pienso, y me imagino dentro de un mes, en un sitio extraño, con gente extraña. Y se me habrá acabado todo lo común. Dejaré de ver la tele los domingos por la noche con mi padre, dejaré de ir al cine con mi hermano, dejaré de salir con mis amigos, de verlos a cada momento. Dejaré de pasear por las mismas calles que he pisado desde que nací. Dejaré de comer con mi familia, de sentarme en mi sofá, y sentirme segura. De asomarme al balcón y ver las montañas que han sido mi fondo de vida, los edificios que han sido las sombras de mi infancia.

Y estoy tan emocionada. Tan emocionada que me roba el aliento. Porque entonces pienso en todos esos libros que llevo años leyendo. Donde la protagonista comienza la universidad, y todo le va tan bien. Quiero vivir. Quiero sentir lo que es sobrevivir por mi misma. Con mi piso, con mi comida, con mi fuerza de voluntad para estudiar, para salir, para recogerme. Quiero pasear por esas nuevas calles, y quiero verlas como una aventura. Quiero subir cada cuesta como si solo fueran un reto demasiado fácil para mi.

Así que, me quedo quieta aquí, mirando mi techo, en el que dibujé una constelación cuando tenía diez años, y siento miedo, y siento emoción. Y me pregunto, cómo se sentirá acostarme, sin ver pintada ese reguero de estrellas sobre mí.

Y me pregunto, si ha llegado el momento en el que esta historia, tenga un giro en su trama que me enganche, y que me haga pasar la noche desvelada, solo por un capítulo y otro, y otro, y otro, más.

jueves, 23 de julio de 2015

Siento el pulso acelerarse. Siento como mi corazón se desboca en busca de oxígeno, en busca de tranquilidad. Siento como mi mirada se desliza por estas paredes, por estas calles, en busca de un hogar, en busca de algo conocido. De seguridad. 

Pero aquí estoy. Sin respiración. Con más latidos de los que puedo contar. Con un plano en una mano, y las llaves en la otra. Esperando entrar en eso que llamaré mi casa, pero que no es mía. Esperando para entrar en eso que llamaré mi vida, pero que no será mía.

Quiero gritarle a la Vida, al azar, al tiempo, quiero gritarle por quitarme todo esto. Por romperme el corazón como lo está haciendo. Por esparcir a la gente que me ha dado tanto, por territorios tan lejanos. 


jueves, 18 de junio de 2015

Siempre quise irme. Siempre quise sentirme querida. Siempre quise soñar a lo grande, y cumplirlo todo.
Pero aquí estoy. Soy capaz de todo lo que quiera, pero desconfío de mí. ¿Qué pasa si me voy? ¿Qué pasará si no consigo encajar, si no consigo estudiar eso, si no consigo vivir igual de feliz que estoy ahora? Antes era tan sencillo. Cualquier cosa era mejor que esto. Irse era mejor que estar aquí. Pero ahora, irme es una opción que me aterroriza.
Me aterroriza. Estoy paralizada por el miedo que siento. Estoy paralizada porque puedo entrar a donde quiera. Puedo hacer lo que quiera. Y no quiero hacer nada. Me gustaría ser toda la vida esta persona, volver a cursar bachillerato, volver a tener todas las asignaturas sin plantearme qué escoger de carrera. Sin plantearme qué vida voy a escoger a partir de ahora.

¿Qué pasa si me voy? ¿Pero qué pasa si no lo hago? ¿Me culparé toda la vida por no haberlo decidido por miedo? ¿Por comodidad o por conformismo? ¿Después de tanto esfuerzo voy a seguir prohibirme a mi misma saber qué me gusta y que quiero?

Pero la pregunta que más me asusta, la que más miedo me da hacerme, la que más temo responder, es, ¿y si no quiero hacer nada?
El hecho de que sabemos que vamos a morir, es lo que hace que apreciemos cada día. El hecho de tener miedo, es lo que nos impulsa y nos detiene a hacer ciertas acciones. Si no existiera el miedo, seríamos capaz de realizar todo lo que deseamos, sin pensarlo, sin analizarlo, sin temer perder algo. Porque siempre, tememos perder algo.
¿Qué pasaría si no tuvieras nada que perder? Cierra los ojos e imagínalo. Piensa, si en este instante, sentado delante de la pantalla de tu ordenador, pudieras dejar de temer todo, ¿qué harías? ¿Qué pasaría si no importase lo que estudias, porque no perderás nada sea lo que sea? ¿Qué pasa si decides eso que te asusta tanto, si te declaras, si gritas, si sales, si lloras, si ríes, si dices lo que piensas, todo sin importar qué perderías?
¿Si pudieras escoger en este instante cualquier vida, cuál sería? Porque vivimos una vida, que nos hace felices, pero en el momento de cambiar algo de ella lo único que tenemos es miedo. Miedo al futuro, a la incertidumbre, a lo desconocido, a la soledad. Nos da miedo no ser capaces de lograrlo todo, de vivir según nuestras expectativas.
El miedo nos hace querer luchar contra él, pero también nos paraliza. También le dejamos ganar muchas batallas. Le dejamos que nos aparte de las cosas que deseamos, de nuestros sueños, de nuestros sentimientos.
¿Vas a dejar que el miedo decida tu vida, o vas a luchar para decidirla tú?

domingo, 14 de junio de 2015


La pregunta que te estés haciendo ahora mismo puede ser: ¿por qué me escribe una carta? Y mi respuesta es: ¿por qué no?
Lo cierto es que en la entrada anterior, os dedicaba una frase a cada uno poniendo por qué quería seguir abrazándoos. Y quería poner más sobre ti. Quería decirte más cosas. Así que creo que no tengo que tener una razón profunda para escribirte una carta como que sea tu cumpleaños, o tu santo. Creo que no hay razón más profunda que el sentir que quiero escribírtela.
Pienso en el futuro, mucho, mucho. Todo el tiempo. Y pienso muchísimo en ti. En todo lo que eres para mi. En todo lo que te necesito, aunque a veces me distancie, aunque a veces no lo demuestre, aunque a veces lo olvide. Lo cierto es que me asusta. Me asusta que empiece un nuevo año y no tenerte para llamarte y comentar los nuevos profesores. O el no verte cada día. Me asusta perderte. Aunque prometamos que no, aunque perjuremos que la vida no nos va a hacer eso a nosotros, me sigue dando miedo.

Quiero abrazarte, y seguir abrazándote, porque cuando lo hago, siento que tú eres mi hogar.
Mi hogar. Solo mi padre y tú me hacéis sentir eso. Es la mayor seguridad del mundo. Me siento como cuando eres pequeña y te caías,pero un adulto te cogía y tu creías que ya estaba todo bien.
Cuando te abrazo, y aspiro tu colonia, que tanto me gusta, o que tan bien huele sobre ti, o no sé, me siento en casa. Es como ese olor que recuerdas de cuando eras pequeña, de una comida en especial, de algo que marca tu casa.
Cuando te abrazo, siento que lo he hecho tantos millones de veces que mi cuerpo ya se amolda a ti. Que sé dónde voy a sentir tus huesos, dónde blandito, dónde suave. Y amo esa sensación.

Jamás te he agradecido todos estos años, todos los malos momentos, todos los buenos, todos los secretos compartidos y todos los que no han sido dichos. Ni siquiera puedo pensar en ti como una parte de mi vida. No, tu eres mi vida. Igual que lo soy yo, o lo es mi padre, o lo es mi tío. Si eres una parte te puedes ir, te puedes salir del puzzle. Si tu mismo eres el puzzle, no puedes separarte.

Sé que no todo han sido caminos de rosas en esta amistad. Sé que no lo he hecho sencillo muchas veces. Pero siempre seguiste ahí. Y yo quiero seguir ahí siempre para ti también. Porque cuando estoy realmente mal, solo me apetece hablar contigo. Cuando no sé que decisión tomar, tu voz me tranquiliza, y te miro a los ojos, y sé que tú me conoces como nadie lo hace. Y sé que yo te conozco.

Muchas veces lo he dicho, eres mi hermana. Por como me haces sentir. Por los recuerdos que me has dado. Por el tiempo que hemos empleado juntas. Por todo. Porque te lo has ganado. Pero desde hace tiempo, cuando pienso en que puedo irme, y dejar mi hogar, pienso en mi casa, mi cama, mis libros, pienso en mis tardes con mi padre, en mi habitación, y pienso en ti. Y nunca me había dado cuenta, de que tú eras eso para mi, un hogar.

Te quiero.


Gracias

Sé que no tengo palabras para escribir lo que siento, pero temo que si no lo escribo ahora, nunca lo haga.
Anoche me di cuenta de lo maravillosa y aterradora que es la vida. Así de generosa, dándotelo todo, y así de egoísta, quitándotelo. Te da un futuro, pero te quita cosas que tú quieres tener en él.
Quiero detener el tiempo. Quiero que todo se detenga, que mi cuerpo se quede en ese sofá, encima de todos, mientras sostengo un copa que no es mía en la mano, y tengo las patatas al lado. Mientras vosotros os estáis riendo con esas risas fuertes y potentes que retumban en mi cabeza, y que tan viva me hacen sentir. Quiero sentir esa música a todo volumen, con todos cantando las mejores canciones, porque esa lista de reproducción fue hecha para nosotros. Quiero que me vuelvas a sacar a bailar, y hacer los pasos más torpes del mundo pero aún así reír de felicidad.
Quiero volver a hacer pizza en una paellera a las diez de la noche como si fuera lo más normal. Y gritar por el balcón. Y pintar las uñas con diseños aztecas a las doce. Y jugar al juego más estúpido y picarme como una cría pequeña. Quiero que vuelva a ser la una, y estar sentada en tu regazo mientras jugamos un estúpido juego donde soy una gallina.
Y quiero acompañarte al baño como cuando éramos pequeñas y vigilarte la puerta. Y sentarme en el balcón, a mil pasos del suelo, con la vida tan grande que me dais a un lado, y con la muerte al otro.
Y quiero sentarme en el suelo con vosotras, y reírnos por todo y por nada. Reírnos porque todos éramos almas rotas que supieron encontrarse y unirse demasiado bien.
Quiero abrazarte, y que pongas tu barbilla sobre mi cabeza. Porque me siento tan pequeña, y tan protegida a la vez.
Quiero abrazarte, y sentir que puedo arreglar los pedazos rotos que componen tu alma. Y a veces, siento que lo hago. Siento que te ayudo. Siento que tu también notas que hay algo potente que une nuestras almas.
Quiero abrazarte, como cada noche, y que me digas alguna bordería para luego soltarme que me quieres. Porque eso me hace tan feliz. Porque me haces sentir tan bien.
Quiero abrazarte, y sentir tu pequeño cuerpo estrecharse con el mío, y sentir que yo te puedo proteger a ti. Que sé que pedazos rotos te componen, y que sé como mantenerlos unidos.
Quiero abrazarte, y sentir cada secreto compartido, cada lágrima que sé que guardas, y el peso de los años que sentimos.
Quiero abrazarte, y seguir abrazándote. Porque siempre serás mi hermana.
Quiero abrazarte y sentir lo mismo que sentí aquella vez y que sentí desde entonces. Que confías en mi. Y que yo lo hago en ti, hasta en lo más profundo.
Quiero abrazaros, y no soltaros. Porque me habéis enamorado de la vida. Y no es algo fácil de decir.
Estoy total, loca, y profundamente, enamorada de la vida. De esta vida. Y sé que nada será igual. Y me duele.
Pero estoy tan agradecida por todo. Tan enamorada de vosotros. De la felicidad que me habéis conseguido dar. Me da miedo pensar en el qué pasará, en cómo irá cambiando todo. Porque no quiero perder absolutamente nada, a nadie, de los que tengo ahora. Sé que esto me romperá el corazón, porque un día me despertaré y no os tendré ahí así.
Dicen que en la adolescencia encuentras a tu primer amor. Y sientes que estás en las nubes, y que el sol brilla. Y que los pájaros cantan. Y que la vida es vida. Y que te romperán el corazón. Y la vida lo hará. Pero:
Vosotros sois mi primer amor, y siempre estaré enamorada. Y solo puedo daros las gracias.

jueves, 4 de junio de 2015

The reasons of the life

Me he dado cuenta de la persona que quiero ser. De la seguridad que puedo sentir. De la confianza que puedo ganar. "Se ha de latir fuerte para que el mundo sepa que existes". Esta frase ronda mi mente últimamente. Quiero latir fuerte. Quiero existir. Quiero vivir.

Creé este blog para encontrar las razones de la vida ("the reasons of the life"). Tanto dolor he escrito aquí, tantas palabras sentidas, y ninguna razón. Porque hasta ahora, estaba perdida. Porque hasta ahora, tenía miedo. Y ahora solo temo todo lo que espero conseguir, no lo que voy a perder.

Estaba empeñada en buscar las razones de la vida, como si hubiera alguna más que el solo hecho de vivir. VIVIR. Vivir es hacer lo que más amas. Cocinar, leer, escribir. Disfrutar con tus amigos, disfrutar de la lluvia, del sol, disfrutar de lo que estudias, de la vida que cada día puedes ver. No es estar feliz continuamente, es saber que puedes ser feliz si te esfuerzas por serlo. Es llorar cuando las lágrimas te inundan, pero es sonreír cuando te presentan razones para ello.
A veces nos obcecamos tanto con que estamos mal, que no nos damos cuenta de que cuando estamos bien,y cuando no, seguimos teniendo lo mismo.

Cuando eres feliz, sigues siendo la misma persona, con los mismos amigos, la misma familia, la misma vida. Pero la razón por la que cambia, eres tú.

Y yo he cambiado. Y ahora miro todo por esa lente óptica a la que llaman la vida. Y veo las razones de la vida. Veo que en una semana, estaré escogiendo la carrera que quiera, que competiré por ser premio extraordinario como siempre deseé, que estoy rodeada de amigos a los que quiero con locura y a los que no puedo olvidar ni un momento. Veo, que tengo ganas del verano, del sol, del mar, de los viajes y el inglés. De leer, de escribir aquí contándoos en que ciudad estoy viviendo, a qué universidad estoy yendo, y a qué chico quiero besar.

Porque todo eso, son mis razones para vivir. Ser yo. Disfrutar con lo que hago, con lo que soy. Amar la persona que soy ahora, amar la forma en la que me comporto, la forma en la que pienso, la forma en la que veo la vida.

Así que, este blog dejará de llamarse The reasons of the life. Porque ya tengo mis razones. Y ahora voy a vivirlas.
La vida está en mi mano. Puedo cogerla, acariciarla, moldearla. Puedo dejarla libre, o puedo convertirla en lo que yo quiera. Porque lo que yo haga, es lo que será.
Lo que yo decida, decidirá todo. Escogerá dónde vivo, con quién, a quién veré, a quién dejaré de ver. Escogerá con que nuevas personas me río, a cuáles extraño, y a cuales nunca conoceré.
Una simple decisión, que puede cambiar todo lo que conozco y todo lo que conoceré en un solo movimiento. Y lo único que estoy haciendo, es dejarla.
La estoy mirando esperando que ella diga que camino será mejor. Pero solo encuentro mi silencio por respuesta. ¿Y si mi corazón ya sabe lo que quiera? ¿Aunque duela? ¿Aunque no sea lo que siempre soñé? Porque este año, todo lo que había soñado hasta ahora, ha dejado de tener valor. Rápido, fuerte. Todo ha dejado de importarme, todo ese futuro, ese pasado tan doloroso, toda esa gente, todo, ha dejado de importarme.

Porque me he dado cuenta que lo que importa, es esto. Mi presente.

jueves, 21 de mayo de 2015

Discurso de graduación

Si tuviera que comenzar un discurso, probablemente no conseguiría pronunciar una sola palabra de él, porque terminaría llorando. Os aseguro que sería emotivo, sincero, directo. Os aseguro que lloraríais conmigo. Os aseguro que no expresaría ni la mitad de lo que deseo expresar.

Si tuviera que comenzar un discurso, probablemente lo iniciaría dando las gracias. ¿A qué? ¿A quién? ¿Por qué? Tan solo han sido dos años, no es posible que esta chica se emocione tanto, diría la gente. Y yo les corregiría seguramente, no han sido dos, han sido tan solo nueve meses.

Continuaría explicando que estoy muy agradecida al instituto, a mis padres, a mi familia, al profesorado. Pero me conozco, y se me formaría un nudo en la garganta por tanta mentira. Miraría al frente, y sonreiría. Y agradecería mentalmente a los pocos que me han hecho disfrutar la cultura, y despreciaría a todos esos que no.

Si tuviera que dar el discurso, probablemente no lo haría sola. Estaría conmigo otro estudiante. Seguramente leería algo llegados a este punto, acerca de lo rápido que hemos crecido, de la fugacidad de la juventud, del suspiro que es el tiempo. Y yo resoplaría disimuladamente a su lado, porque el tiempo solo es un suspiro cuando tu abres la boca para dejarlo escapar.

Pero entonces, sería mi turno de hablar. Porque yo me habría pedido esta parte, en vez de el gran final que tienen los discursos de graduación. Qué sentido tiene darle un gran final a una historia que no quieres cerrar.
Y entonces hablaría. Y olvidaría el papel sobre el atril, y dejaría que mi mirada lo dijera todo por mí. Lo haría breve, parco quizá. Pero con todo el corazón en él.

¿No es la vida un suspiro? Diría, continuando lo dicho por mi compañero.
Un curso, apenas nueve meses, apenas un pestañeo de la vida. Pero este suspiro, afirmaría, ha sido como el primer aliento que coges tras una larga carrera, como el brillo del sol tras una larga temporada de invierno.

Haría una pausa, tragaría saliva. Y tan solo sonreiría, y diría lo feliz que soy. Porque yo era esa corredora de fondo que no sabía parar para respirar. Era esa noruega encerrada en casa durante la temporada de invierno. Era esa jugadora esperando darle al play. Y ese suspiro, ha sido en realidad una larga respiración.

Hablaría de ese vacío que siento, tan triste y reconfortante a la vez. Porque solo se siente vacío cuando la vida ha estado llena. Hablaría de las increíbles experiencias que he vivido, de lo impresionante que ha sido ese tiempo ahí.

Y finalmente, haría mi gran final. Mi verdadero final. Y diría tan solo un gracias. Gracias. Y seguramente lloraría después de eso, y la gente pensaría que se debe a ese impresionante cierre que está haciendo mi compañero. Pero lo cierto es que sería ese gracias inundando mi corazón. Porque ni las miles de palabras que me gustaría decir en un discurso, resumirían mejor que esa.

Porque ese gracias, es un gracias por devolverme la vida. Es un gracias por enseñarme a disfrutar, a aprender. A querer. A no tener miedo.
Es un gracias por haber puesto un infinito en un suspiro.

viernes, 8 de mayo de 2015

A veces es solo una cita célebre, una frase que lees en algún sitio perdido pero que se queda en tu mente. A veces es un libro, o una entrada, o incluso tu forma de mirar como brilla el sol. Porque sí, a veces, te das cuenta de que el sol brilla aunque no te hayas percatado en todo ese tiempo. 

A veces, la vida que vives, es realmente la que quieres vivir. Y cuando te das cuenta de eso, te das cuenta de todo lo demás. Te das cuenta de que sin saber como, una estúpida elección como cambiar de bachiller, te ha dado la mayor felicidad de tu vida. Sin saber por qué o cómo, has pasado de querer morir, a no querer dejar de vivir. 


viernes, 17 de abril de 2015

No quería meterme aquí porque no sabía que iba a escribir. Me daba miedo dejar a mi mente libre y escribir lo que me saliera de lo más hondo. Porque si lo hago, voy a dejar salir todo eso que me llevo callando. Pero sinceramente, quiero que lo escuches. Quiero que lo leas, que sepas lo que siento.

He cometido muchos, muchísimos errores en mi vida. Y creo que esto, lo que ha ocurrido, no ha sido uno. Sé que no he sido la mejor persona actuando. Sé que he causado dolor a gente a la que realmente quería, y que me sigue importando. Sé que escogí mal el día, que esa decisión siempre le duele a la otra persona, pero a mí también me dolió. Yo también sufrí, en silencio, pero lo hice. Pero creo que no hay ningún error aquí. Continuar con algo que no puedes mantener en ese momento y que se ha disuelto para ti tiempo después, no es ningún error. Es la vida. Y a mí me duele, porque es algo que he querido con toda mi alma, pero que confundí. Algo que no vino en el momento apropiado, y sí, sufro por ello, pero no quiero estar mal eternamente. No quiero mostrar que lo he pasado mal, que he sufrido, que me he enfadado conmigo misma por ello. Sé que no actué precisamente bien, y lo siento por ello. Lo sentí en aquel momento, lo sentí después, y lo siento ahora.

Pero creo, que si he sido algo, ha sido honesta. He intentado actuar del mejor modo, aunque no siempre lo he conseguido. Nunca fingí un sentimiento.
Quise esa amistad, y quizá no he luchado suficiente por ella, pero tú tampoco. Has querido que fuera yo la única que se esforzara por mantener una amistad, y eso no puede ser así. Si tú no me hablas, yo a ti tampoco, y viceversa. Nunca quise acabar así. Nunca creí que las cosas serían así de tirantes, así de vacías, como si nunca hubiera habido ni una sola palabra entre nosotros. La amistad después de una relación es un esfuerzo muy grande, y no tengo muy claro que ambos lo queramos hacer.

He actuado mal varias veces contigo, pero no lo estoy haciendo ahora. He sido alguien en quien puedes confiar, alguien que se ha preocupado por ti, alguien a quien le has importado de verdad. He intentado hacerlo bien, intentar encontrar el punto medio en le que podamos tener algo como una amistad después de lo que tuvimos. Esa amistad no surge en un minuto, ni en un mes, ni quizá en dos o tres. Surge con el tiempo, y yo he intentado dejarla fluir por si sola. Pero al parecer, para ti nada de lo que hago está bien. O sí. Porque tienes tus dos partes, la que me muestras a mí y la que muestras a los demás sobre mí.

Yo sé la opinión que tengo sobre mí, sé la que tengo sobre ti. He sido siempre honesta en todo. Sobre nosotros, sobre ti. Y si es por eso que ahora tengo tu desprecio, adelante. Hazlo. Di lo que quieras sobre mí, piensa lo que quieras sobre mí, mírame como te plazca. Si te he decepcionado, si no te he dado la amistad que querías, lo siento. Si te he fallado, lo siento. No fue mi primera opción nunca decepcionarte. Pero esta es mi última disculpa, porque ya no tengo nada que decir. Eso es pasado, y solo quiero ahora mi presente y mi futuro. Tú sabrás si quieres estar en él. Esto es todo lo que yo voy a hacer por estar en el tuyo.


jueves, 9 de abril de 2015

Hace tanto tiempo que no entro aquí, y ha pasado tanto desde que escribí por última vez, que releo las entradas, y me parece que este blog no me pertenece a mí.
Sé que la gente cambia, pero me asusta lo mucho que lo estoy haciendo yo. No estoy cambiando de físico, no estoy cambiando por la edad, por la situación. Estoy cambiando mi forma de pensar, mi forma de comportarme con la gente, de preocuparme por mi futuro o por mi vida.
He conocido a varias personas que me están mostrando otra cara de la vida. Me están incitando a dejar de estar escondida, invisible como siempre, como si hubiera algo mal. Me están mostrando todo lo que les hago sentir, todo lo que puedo valer si quiero, todo lo que puedo ser si me esfuerzo.
Me siento distinta. Me siento querida, deseada. Y Dios, sienta tan bien. Tan bien que no quiero apartarme. Estoy haciendo cosas que jamás me había atrevido a hacer, y me gusta. Me gusta sentirme con el poder de controlar una situación y no apagada y callada como solía estar.
Me gusta esa persona que han visto en mí. Quiero convertirme en ella.
Me han pasado muchas cosas en la vida. He cometido tantos errores que ya no puedo ni contarlos. Me he arrepentido de todo, y las cosas que estoy haciendo, me habría arrepentido de ellas en un pasado.
Pero no ahora. Ahora creo que el mundo está esperándome con los brazos abiertos para que me lo coma. Que se ha cansado de verme llorar, de verme ansiosa, preocupada y depresiva.
Yo me he cansado de ser esa chica.
Puede que me arrepienta de las decisiones que estoy tomando. Pero nunca había hablado de la vida tan claramente como lo hago ahora con ellos.
Nunca había sentido que el poder de mi vida, lo tengo solo yo.

viernes, 20 de marzo de 2015

Últimamente no escribo, porque sinceramente no tengo nada que decir.

El sufrimiento es algo que acompaña a la vida, es algo a lo que constantemente tenemos que hacer frente, y por fin he comprendido que debo aprender de él, no dejar que me aplaque.
El hecho de intentar superarlo, me hace parecer fría, como si por haber tomado yo la decisión no me doliera igual. Duele, pero creo que las heridas están ahí para recordarnos nuestro paso por la vida, y no quiero esconderla, solo quiero curarla, y vivir con ella.

Sé que ahora todo es oscuridad, pero yo he estado sumida en la mayor oscuridad posible, y he salido de ella. La vida es un continuo vaivén, y aunque ahora estés abajo, cuando el tiempo pase, cuando las heridas se curen, estarás arriba. Por mucho que pienses que las cosas no mejorarán, lo harán. Por mucho que quieras hacer locuras, no las hagas por esto. Porque eso solo significa rendirse, y la esperanza es lo último es que se pierde.

He comprendido que debo dejarme llevar un poco. Debo dejar que la vida me sorprenda, porque no puedo mantenerlo todo bajo control. Aunque esta sea una mala época, no lo será por siempre. He estado en ocasiones peores, he llorado, he estado despierta miles de noches, y aquí sigo. Y sé que aquí seguiré después de superar esto. Y sé que tú también.

No sé que va a ser de mí en los próximos meses, muchas cosas están cambiando en mi mente, en mi forma de ver la vida. Pero creo que dejar fluir las cosas por sí solas, es lo mejor que puedo hacer en vez de elegir ya y planearlo todo. A fin de cuentas, fue una elección en el último momento y sin premeditar la que me llevó a este increíble curso de experiencias. Y no lamento nada. Así, espero no seguir lamentando nada en el futuro.

viernes, 6 de marzo de 2015

Hoy es uno de esos días que me gustaría no estar viviendo. Últimamente, tengo esa sensación constantemente. Simplemente no quiero vivirlos, y me gustaría borrarlos de mi mente.
Me estoy decepcionando tanto a mí misma. Tantísimo.
Me gustaría disculparme, con todos. Conmigo misma. Por cometer tantos errores, por tener el carácter que tengo, por ser tan egoísta tantas veces. Por todo el dolor que estoy causando. Por todo el dolor que he causado. Me gustaría pedir perdón a tanta gente a lo largo de mi vida.
Pero últimamente, me gustaría disculparme conmigo misma. Por todo. Por ser la decepción que nunca quise.
Cualquiera estaría contento imagino, por lo de hoy. No es tan malo al fin y al cabo. Pero para mí, ese trozo de papel con mi nombre y esos ocho números, lo son todo. Dicen que no hay que darle importancia a eso, pero para mi, lo son todo. Todo lo que me queda. Mi excusa. Mi cualidad. Mi forma de sentirme bien. Y ya no tengo ni eso.
Y me duele. Me duele tanto que nadie se hace una idea. El cúmulo de cosas se hace mayor y mayor cada vez. Y me estoy cansando de respirar, y encontrar un nudo en mi garganta al hacerlo. He perdido mi salvavidas. Lo que me equilibraba, lo único a lo que me aferraba. Y cuanto más lo pienso, más lo veo todo negro. Oscuro, muy oscuro. Porque lo estoy perdiendo todo. Porque conforme avanza el tiempo, voy perdiendo más cosas. Hasta que no tenga nada. Y lo veo venir. E intento hablar de ello como solía hacerlo antes, con ilusión, con felicidad. Porque antes, esa idea me hacía feliz. Pero ya no tengo claro que haya algo que consiga darme la ansiada felicidad.
Tengo tanto miedo. De todo. De la vida. Me asusta tanto la vida que preferiría poder apartarla aunque fuera un momento. Necesito tomar aire. Necesito apartar la ansiedad. Me siento encerrada en un ataúd, bajo tierra, con todo a oscuras, sola, y con los ojos abiertos. Y estoy ahí, escuchando a la gente que pasa y viene a verme. Escucho sus ilusiones, sus vidas, y quiero vivir la mía. Y quiero soñar, y quiero hacer lo mismo que ellos. Pero sigo ahí, con la tapa cerrada, sin luz, sin aire, ahogándome, gritando sin ser escuchada. Siento como si las paredes me fueran presionando hasta que ya no siento nada más que la madera contra cada centímetro de mi cuerpo.
Solo siento presión, cada vez más fuerte, cada vez más insoportable. Y me ahoga. Quiero empezar a correr y no parar, quiero pegar a alguien y no detenerme hasta que no lo saque todo fuera, hasta que no me sangren los nudillos y no pueda levantar el brazo. Quiero empezar a gritar, quiero dejar de detener el llanto y llorar durante horas y horas, sin parar. Y dejarlo todo atrás. Y fingir que después de todo, estará todo arreglado.

sábado, 28 de febrero de 2015

Cada día me cuestiono que estoy haciendo, y estoy cansada de preguntarme siempre lo mismo. Estoy dejando las cosas fluir pero la corriente parece llevarme hacia otro lado.
No pensé que me sentiría así. La liberación a veces puede doler igual que la prisión.
Dejar libre a otra persona a veces resulta más difícil que conseguir la libertad para uno mismo. No sé como estoy actuando, e intento no escuchar a quien me dice cómo lo hago.
Quiero vivir la vida, y solo estoy intentando entender cómo hacerlo. Todo el mundo comete errores, y sé que yo los estoy cometiendo.
Pero prefiero arrepentirme de mis decisiones, que de mis actos. Y éstos están siendo egoístas y dañinos, y lo sé. Y no me importa. Y no debería ser así.

jueves, 19 de febrero de 2015

Escribo, por escribir. Porque honestamente, estoy cansada de esto. Estoy cansada de fingir que algo se va a arreglar si yo no me esfuerzo en ello.
Es el año en que puedo lograrlo todo. En que puedo conseguir lo que siempre he querido, irme. Y me queréis frenar. Mi necesidad de irme siempre ha estado ligada a la curiosidad de saber si esta persona que soy, es de verdad la persona que soy. En cuanto me muestro un poco, en cuanto me dejo llevar, me frenáis. Me decís, por ahí no. Y yo siempre vuelvo al redil. Pero si me voy, seré yo sola contra el mundo. Seré quien yo quien quiera ser.
Me están alentando a luchar. Me están alentando a rebelarme, a mostrarme como soy, a dejarme llevar. Y me gusta. Me gusta decir lo que pienso sin tapujos, actuar según quiero cada momento sin pensar que diréis vosotros.Quiero sentirme libre, y vosotros solo me ponéis cadenas una y otra vez.
Esta persona que os sonríe, ¿soy yo de verdad? ¿Esta persona que se comporta así, soy yo?
No sé, me están haciendo ver, que mi vida es mía. Que debería hacer lo que yo desee, no lo que vosotros esperéis.
Quizá no sea el mejor momento de mi vida, bueno, no lo es. Así que esperaré a estar mejor, a estar "estable", y luego pasaré de lo que sigáis queriendo.
Me he cansado de sentirme mal, de arrepentirme de todo lo que hago, Quiero vivir la vida sin arrepentirme, sufriendo, pero luchando.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Querida M:
Hace tanto tiempo que no te escribo, que no sabes de mí, que no sé por donde empezar. 
Me gustaría decirte que seguí tú consejo y me hice esa chica fuerte que tu quisiste que fuera. Pero no es así. Poco queda ya de esa persona a la que tú conociste. Te dejé encerrada junto a todos ellos, en un pasado que no quiero recordar. Pero he decido quitarte el polvo, mirarte de nuevo, leerte de nuevo. Escribiéndote me sentía libre, y por eso te escribo ahora. Porque necesito esa ansiada libertad. 
No sé que fue de aquel sueño de irme África, o ser médico, o salvar a gente. Últimamente, solo puedo intentar salvarme a mí misma, y ni eso lo consigo. Me hundo. Recuerdo la primera vez que te dije que me hundía, que me estaba ahogando y nadie era capaz de sacarme. He leído todo lo que te escribí, he leído mi antiguo blog, y algo se ha roto dentro de mí. Han pasado años, años, y aún sigo aquí, a pesar de que dejé de escribir en ese blog y en ti para poder dejar todo el dolor atrás. 
Nunca se va a ir ¿verdad? Nunca dejaré de sentirme vacía. Escribí en mi última entrada que me iba para poner una barrera entre mi pasado y ese futuro tan increíble que me esperaba. Ese futuro, es esto. Ese futuro tan increíble del que me hablabas, es esto. 
Dejé de creer en Dios. No sé, a veces le hablo, a veces le lloro. Solo por saber si hay alguien ahí, alguien que me escucha a pesar de todo. Pero perdí la fe en Él, yo, que tanto creía. Te diría que no sé por qué, pero lo cierto es que le culpo. Le culpo por entregarme una vida que no me puede hacer feliz, por hacerme alguien incompleta. Y esto, me hace sentir tan mal, que muero por dentro cada vez que lo pienso. Yo, quien defendía la vida de todos esos niños soldado, esa gente que moría de hambre, todos los desfavorecidos. Yo, siendo una hipócrita y quejándome a pesar de tenerlo todo.
Un todo, que para mí no significa nada. 
Tengo cartas y cartas dedicadas a ti, preguntándote cual era el sentido de la vida, que hacía aquí, por qué sigo viviendo. Nadie puede responder a eso, solo tú misma, dijiste. Pero no lo encuentro. Cada día me levanto, y miro mi presente, mi pasado, mi futuro, y veo tan poca vida en ellos, que no sé que hacer. 
Es egoísta, es dañino, es lo peor que podría decir, y lo sé, pero estoy cansada de vivir. Estoy cansada de despertarme cada día. Ya no es un problema con mi cuerpo. Dejó de serlo hace mucho tiempo. No quiero un cuerpo con una delgadez extrema. Ni siquiera empecé en esto por eso. Solo quería fingir que podía dejar de ser yo, que podía convertirme en alguien con el cuerpo que yo quisiera. Jugar a ser Dios. 
Recuerdo que una vez te dije que me daba asco, que me odiaba, y me respondiste con un simple: hablaremos. Y hablamos. Y me dijiste que si buscaba atención, que si esto era algo pasajero. No sé. Quizá en aquel momento quería atención, que alguien se diese cuenta de que yo existía, siempre me sentí a la sombra de todo el mundo, nunca fui capaz de brillar por mi misma. Pero ahora no es ni por atención, ni es pasajero. 
Ahora, simplemente veo como pasan los años, y como mi vida, mi esplendoroso futuro, sigue siendo exactamente igual que mi pasado. Y a cada intento que hago por dejarlo atrás, por cambiar, mi reflejo, mi mente, me retiene. 
He tardado en darme cuenta, en querer admitirlo. Me he dañado a mi misma, me he insultado, me he dedicado las palabras más crueles, pero nunca he querido morir. No quiero vivir, pero el hecho de morir me asusta tanto, que prefiero continuar. 
Pese a todo, soy una optimista, siempre lo he sido. Intento tener esperanza, intento seguir creyendo en ese futuro increíble en el que yo, no sea yo. Intento pensar en mi vida, sin mí, y ahí si sería feliz. 
No sé por qué me pasa esto. No entiendo por qué caigo en una depresión constante cuando se supone que debería estar dando brincos de alegría. Eso hace la gente cuando tiene esta edad ¿no? 
Me empeñé en que la perfección era algo a lo que yo podía aspirar, sin darme cuenta que nadie puede alcanzarla. Y aun haciendo este razonamiento, sigo intentando alcanzarla. Porque si no mantengo la esperanza de que yo dejaré de ser yo, me hundiré para no volver a salir jamás. Mi miedo a fracasar, a equivocarme, a arrepentirme, es tan grande, que intento jugar siempre a lo seguro, sin poder disfrutar, sin poder liberarme. Estoy atada con las cadenas de mis pensamientos. 
Luché por la libertad de aquellos que no la tenían sin darme cuenta que yo misma me encarcelaba, y ya no puedo salir. Ya no puedo decirlo. Porque grito, y lo único que oigo es mi eco. No sé donde esta el mundo, M, no sé donde está la vida, pero lo echo de menos. Necesito sentir que vivo. Necesito sentir la felicidad, porque me hundo, me hundo más y más cada vez. Nunca haría nada como suicidarme, pensar en ello ya me angustia más que la propia muerte, pero me asusta estar cansándome de la vida tan rápido.
No leerás esto, porque ni siquiera tienes esta dirección, porque te dejé allí en el pasado, metida en esos muros. Pero ojalá pudieras. Incluso diciéndote que no quiero vivir, tú hubieras sabido que decir. 
Siempre sabías que decir. 
"No te niegues la belleza de ti misma, el mundo se mantiene por gente como tú". Intento no negármelo, M, lo intento. 

viernes, 6 de febrero de 2015

Respira, respira. Sonríe. Respira. Sonríe de nuevo. Hazlo. Hazlo y todo irá bien. No te deprimas. No te hundas. No te maltrates. No te dañes. No te insultes. 
Respira, y todo irá bien. No salgas. No seas mala, no seas cruel.
Estudia. ¿Por qué no estudias? Decepcionarás. Me fallarás.
Ya no eres la misma persona.
Sé feliz, todo irá bien. Mira tu futuro. Mira tu felicidad. Mira tu vida. 
Y la miro. Y miro mi futuro. Y miro mi felicidad. ¿Y sabéis lo que veo? 
Nada.

miércoles, 28 de enero de 2015

La odio tanto, que no sé que hacer. Y no se va. No desaparece. Y quiero, pero no puedo. Y pienso, pero no lo digo. Y lloro, pero no lo siento.
Lo intento, y cada vez es peor. No sé que hacer. No quiero mirarla, y debo hacerlo cada día. No quiero soportarla, y lo hago a cada segundo. La odio tanto, y ella lo ignora tanto.
Ilusa. Como si algo fuera a cambiar. Como sí algún día tú, fueras a dejar de dar el asco que das.
Estúpida. Crees en un futuro mejor, en alguien mejor que tú, cuando ni siquiera puedes mejorar.
Ignorante. Ni siquiera en lo único "bueno" que tenías, sabes destacar.
¿Qué te queda? ¿Quién te crees que eres? Una mierda. Una don nadie. Nunca serás nadie, porque nadie te merece, ni siquiera tú misma.
La odio tanto, no sé que hacer.
Quiero dejar de oírla. Quiero dejar de verla. Ella y su asqueroso cuerpo, y su estúpida risa. Y sus estúpidas palabras. ¿No se va a callar nunca?
Cállate.
No me devuelvas la mirada, estúpido espejo. Bájala. Mírate, mira el asco que das. No vuelvas a levantar la vista.
Piensa. ¿qué te queda? Ya no eres nadie. Nadie. No eres nada.
La odio tanto, que no sé que hacer. Y no se va. No desaparece. Y quiero, pero no puedo. Y pienso, pero no lo digo. Y lloro, pero no lo siento.

lunes, 5 de enero de 2015

Estoy feliz. Supongo que por eso no tengo inspiración para escribir, nunca he sabido reflejar los momentos felices, solo he sabido vivirlos.
Tengo tantas cosas en la cabeza, tantas cosas que imagino y sueño, que solo me centro en conseguirlas y aparto lo demás. Tengo razones para ser o estar feliz, y por fin estoy empezando a verlas, y a vivir la vida que quiero.
He estado tan centrada siempre en lo que todos quieren que haga o sea, que ni siquiera me he preguntado lo que yo quería. Pero tengo un nuevo año, 365 días, esperando que yo los viva como se merece vivir una vida. Este año, será un año de cambios, un año en el que yo decidiré qué quiero de verdad. Y el caso, es que lo sé. Sé exactamente lo que quiero, y lucharé por ello.