martes, 20 de febrero de 2018

Me sorprende haber tardado tanto en escribir. Pero esta sensación, es indiscriptible.
Un sueño cumplido. La mayor esperanza de tu vida, cumplida.

No quiero decirlo muy alto, no quiero pensarlo mucho; como si me lo fueran a quitar. Estoy tocando el hilo de mis sueños con la mano, y quiero agarrarlo, antes de que alguien me diga que sigo soñando.

Pero no.
No estoy soñando.

Me voy. Y saber eso hace que todo lo demás parezca tan maravilloso. La cafetería de al lado de mi casa. Las tardes en el sofá. Las salidas con amigos, con la familia. El bar que tanto te gusta. La avenida que has andado cada día de tu vida.
Porque de pronto todo parece demasiado volátil para no apreciarlo. Porque de pronto, diez mil kilómetros sí que parece mucho. Mucho, muy lejos, de esta vida. Así que por qué no disfrutarla. Por qué no apreciar ahora todo lo increíble que tengo, para recordarlo cuando no pueda tenerlo tan cerca.
Por qué no grabarla en mi memoria, para que la despedida no sea tan brusca; para que cada pedacito de vida que tengo aquí, pueda quedarse en mi mente allí. Casi como si estuviera en esa mesa, con ese café, con esos amigos. Casi como si sintiera la misma fuerza del sol, o el brillo tan especial del cielo que solo tiene aquí.
Recordarlo todo.
Para poder tener una parte de todos ellos, todos los que quiero, allí. Una parte que me permita no olvidar de donde vengo, pero que me permita comenzar una página en blanco allá a donde voy.