martes, 1 de marzo de 2016

No sé si escribir, está dejando de ser otra característica propia de mí. Ya no escribo aquí, ni en mi diario, ni por placer. Siempre he tenido esa necesidad de escribir, de desahogarme, porque la vida es mucho para mí. Demasiadas emociones, demasiados sentimientos, demasiadas vivencias.
Pero ahora, no sé que decir.

Es como si me hubiera quedado sin palabras. Sin las tristes, sobre todo. A veces pienso, en lo que fui, en lo que huí de esa persona. A veces, pienso en él. En lo que realmente pasó. En lo que yo quise hacer y en lo que no.
Pienso en lo que dijo, en cómo me hizo verme. En cómo él solo cambió el reflejo de mi espejo.

Hay tantas cosas que he olvidado. Como si todo aquello fuera una época borrosa, difusa, vivida por otra persona. No me acuerdo de apenas nada. Porque creo, que si me acordara, tres años después, sabría que lo que pasó con él, no fue un simple juego de niños. No fueron simples palabras, o simples gestos. Fue mucho más.

Creo, que no recuerdo, porque no quiero recordar. Porque si lo hago, sabré que este miedo que siento, este temor a la vida, al amor, a confiar, tiene unas razones tan consistentes, que me hundirían.
Me da miedo lo que puedo encontrar, si escarbo demasiado. Si recuerdo sus palabras, y las vuelvo a creer.

Dijo aquella frase, que me perseguirá de por vida, y todo lo que yo era, se fue con él.

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