lunes, 8 de septiembre de 2014

A veces me sorprendo a mi misma con las ganas de vivir, como si fuera capaz de todo, como si no necesitara a nadie para lograrlo.
He pasado un verano entero más bien sola. Porque yo lo he querido, o porque así lo he sentido. No he salido, no he hecho "nada". Simplemente me he quedado estancada como siempre.
Sí, he leído, he escrito, pero mis ganas de ver a alguien más eran muy escasas. ¿Para qué quiero ver a alguien? ¿Qué le voy a decir?
He estado feliz supongo. Pero a veces, sin siquiera darme cuenta, me ponía a llorar. Pienso, y sigo pensando, y siempre llego a la misma conclusión. ¿Cuando voy a aceptar que mi vida apesta?
Vivo con miedo a decaer, vivo con miedo a que alguien vea una sola cicatriz y me mire con asco. Vivo con miedo a decirle a alguien todo lo que opino de mi misma y lo vean ellos también.
Soy la consejera de todos. Animo a cada amigo que se me pone delante, incluso recibo correos de gente desconocida que me lee y me pide ayuda, y les ayudo. Y no tengo ni la más mínima idea de como ayudarme a mí misma.
Porque si le hablo a alguien de esto, pienso que quizá se haga las mismas preguntas sobre su existencia y se deprimirá, y con eso no puedo vivir.
Sé que es egoísta, pero me gustaría recibir un cómo estás de vez en cuando. Me gustaría sentir que le importo a alguien algo como para que se pregunten cómo me irá.
Vivo anclada en el pasado. Sí. Porque es todo lo que tengo, porque puedo culpar a mi yo del pasado en vez de deprimirme por mi presente.
Quiero irme, y sé que es un deseo infantil. Pero nadie puede hacerse una mínima idea de como me siento aquí. Como si nunca terminara de encajar. Como si cada vez que confío, me mintieran.

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