Es curioso como estando rodeados de gente que nos quiere, sentimos que no le importamos a nadie. Que solo somos sus juguetes. Que un día se cansarán y nos abandonarán. Pero ese día, dependeremos tanto de ellos que nos destrozarán. Y así vamos. Pasamos de un dueño a otro, nos agarramos a la gente que queremos con la esperanza de mantenernos a flote, de que no nos dejen caer.
Pero lo malo de mantenerte a flote solo por una persona, es que si él se balancea, tú te balanceas. Si él te deja caer, simplemente caes.
Y aunque haya gente, estás solo. Solo ante el abismo, solo ante tus miedos. Solo ante ti mismo.
Y nadie te puede ayudar, nadie te puede hacer sentir mejor. Porque cuando caes, no puedes retomar el vuelo hasta que ya estás en el suelo.
Quiero dejar de sentirlo. Quiero que desaparezca ese nudo en el estómago que no me deja vivir. Necesito que se vaya, que me deje ser feliz con la gente que quiero. Todos tenemos ese nudo dentro, esa bestia interior que aflora cuando menos queremos, cuando peor estamos, o que simplemente, nunca desaparece.
Yo soy mi propia bestia. Y huyo. Huyo de la gente que me rodea, pongo miles de muros y de barreras, para que no me hieran. Me esfuerzo por parecer feliz y contenta.
Pero la noche lo sabe. Ella guarda los secretos. Ella me seca las lágrimas.
Y es que por desgracia, puedo huir todo lo que quiera.
Pero no podemos huir de nosotros mismos.
Que gran verdad, Pam!!!!
ResponderEliminarNo podemos huir de nosotros mismos. Es imposible!!!
Aunque tengamos miles de personas a nuestro alrededor,en verdad estamos solos. Solos con nosotros mismos, con nuestros miedos. Nadie más que nosotros sabemos por todo lo que estamos pasando...
Un beso! ;)
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