Llevo tiempo sin escribir, porque no tengo sobre que escribir. O quizá es solo que no sé explicarlo. La última vez que me sentí así, le escribí una carta a una persona que hizo que todo a mi alrededor se derrumbara. Menos mal que nadie puede leerme ahora.
He cerrado esa puerta, si es que cinco meses de tu vida se pueden quedar encerrados en una habitación, claro. Hice lo que tenía que hacer. Dije lo que tenía que decir, lo justo y necesario para pasar página sin sentirme culpable.
No sé que voy buscando. No creo siquiera que en el caso de que lo encuentre, sepa que era eso lo que andaba buscando. Solo se que quiero todo y nada a la vez. Que a veces tengo tantas ganas de vivir que desbordo energía, y otras tantas ganas de morir que deslizaría la cuchilla sin mirar atrás.
Hay tantas contradicciones en una misma vida, en una misma mente, que no sé que camino tomar, si es que debo tomar alguno. No sé a quien escuchar, a quien decir adiós y a quien saludar.
Porque la verdad es que tengo miedo. Lo cierto es que mi vida se ha vuelto una coraza de dureza y falsedad. Y ni siquiera sé yo misma que sentir, porque me he obligado a fingir, y siempre se me dio muy bien ser actriz.
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