No quiero mirarte. No quiero quedarme con la mirada clavada en tus ojos verdes, o en tu preciosa sonrisa. No quiero hacerlo, porque sería admitir, que no te volveré a ver. Será admitir, que lo estoy memorizando, para que se quede grabado a fuego en mi memoria, para que por muy lejos que vayas, tu recuerdo permanezca conmigo.
Quiero mirarte, y no pensar que será la última vez que lo haga. Quiero volver a abrazarte. Quiero volver a sentir tu calor, tus palabras dulces, tus motes cariñosos, tus guiños.
No quiero olvidar el tacto de tu piel, ni como me siento cuando tocas la guitarra mientras me miras directamente a los ojos y sonríes. Me haces sentir especial aunque seas así con todas.
Me escribiste que me deseabas lo mejor en la vida. No viste el dolor en mis ojos. No te diste cuenta de lo que estabas escribiendo. Aquello, era una despedida. No fue un hasta luego, fue un adiós. Me deseabas lo mejor, porque sabías que no ibas a estar ahí para verlo.
El destino, me la ha vuelto a jugar. Después de tantos años contigo, ha sido en el último momento, cuando me he dado cuenta de que te quiero más de lo que me gustaría. De que me aterra perderte.
No, no es solo eso. Me aterra saber que mientras tú quedarás guardado en mi corazón como un trofeo, yo seré llevada al rincón de tu mente donde descansa toda la gente que has conocido, pero que no ha significado nada.
Alguien me dijo que me querías muchísimo. Lo sé. Pero te conozco, y por eso sé, que me olvidarás. Que dejaré de ser tu rubia. Dejaré de ser cualquier cosa, excepto un bonito recuerdo de tu adolescencia.
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